la catedral

Portrait: Alessio Albi

la catedral se derrumba,

los pájaros negros vuelan

en bandada sobre el cielo

de tu espalda.

la catedral se derrumba sobre ti,

y no hay nada que pueda defenderte.

solo tú puedes denunciar al fuego

y seducir a la serpiente.

pedazos de vitral caen erguidos

sobre tu cabeza.

te dijeron: es necesario venerar a

un dios más grande, más fuerte

que tu amor.

las columnas de mármol

se desmoronan sobre tu frente,

la ciudad que una vez brilló

ahora se diluye en el vacío de tus ojos.

se derrumba el cielo sobre la isla

que nos robaron los astros.

mujer, devuélveme el azul

que nos robaron,

abre tu boca y deja volar

los pájaros que anidan en ti.

se derrumba tu vida,

pedazos de ti se esparcen

como vidrios, en cámara lenta,

en silencio.

te dijeron: eres la novia del espejo.

tu boda te desarma

ni uno, ni dos, ni un solo hombre

espera por ti.

solo tú puedes alcanzar

la cúpula y desnudar el cielo

de su velo blanco.

rescatar las rosas muertas

del albor,

y casarte con la sombra de dios.

se derrumba el sol antes de

volverse un gigante rojo de dolor,

muriendo en tu piel como

una multitud de besos rotos.

te dijeron: la ciudad lleva tu nombre,

tu sed y tu hambre.

dentro de la catedral hay un hombre,

y en su boca anidan los pájaros.

Rose Sepúlveda

veintisiete años

sigo tu rastro con los ojos cerrados. hoy se cumplen veintisiete años desde que te he perdido. escribo el poema prohibido de ayer. el viento ha venido y vuelto de lo alto desde que no te encuentro. en mis sueños eres el fantasma de una memoria que ahora arde en el fuego. en la hoguera arrojo los últimos recuerdos: el reloj de oro, la falda color isla y un collar de jade antiguo. los guardo entre mis manos y aprieto para no dejar ir. se siente como un pequeño pájaro pronto a emprender el vuelo. con los ojos cerrados puede contar veintisiete aniversarios de dolor. y rencor. es una fantasía el amor entre amantes viajeros. confieso que hace veintisiete años te amé en secreto y lo cierto es que te sigo amando. sé que la mañana ha cambiado de color desde que cerraste los ojos. mis ojos no ven el azul. confieso que jamás visité el cementerio. ni la tumba. tampoco toqué tu nombre ni te dejé flores violetas. no fui otra cosa que el silencio y eco de tus últimas palabras: eres lo que sueño. mi reflejo. mi amor y mi dolor. tiro a la hoguera todas tus memorias de mi: el último beso y la primera traición. este poema donde confieso que fui tu espejo. tu amante y tu dolor.

Rose Sepúlveda 🥀

te amé hace mil años

me enamoré de un hombre que conocí en una plaza desconocida por el mundo. mundo que yacía sobre escombros hasta descubrir tus ojos. ojos que raptaría la noche en celo. mares oscuros y secretos. besé tus labios en el primer instante y constaté la ternura que los anunciaba. tus besos sacian una sed antigua que ahora perece. tu piel tiene el perfume más dulce, y un aroma de inciensos que estremece a cualquier jardín de rosas. cuando pienso en la palabra amor, en ti pienso. me enamoré de tus silencios. la tibieza de tu cuerpo que abraza el mío y me vuelvo miel en tus manos. cuando te conocí supe que te amé hace mil años.

Rose Sepúlveda

lunas

amor, ¿cuántas lunas hay en tu boca? la luz al abrirla ciega mis ojos. pero no mirar sensibiliza el tacto y puedo tocar tus lunas. pero regresan húmedas. ¿porqué lloras amor? ¿acaso te han herido mis silencios o el estruendo de mi aflicción? te amo por convicción y tu muerte es también el fin de mí. esta agonía perdura como una herida que toma siglos en cicatrizar y confundirse en la piel. ¿cuántos versos navegaron sobre tu lengua la noche que naufragaste en mi cuerpo? mueres aquí sobre el vientre de una mujer que también fue amante de todos. amor, ¿cuánto rencor anida en tu corazón? el resplandor de tu luz pulveriza mis ojos.

Rose Sepúlveda

confesionario (I)

Fotografía de Rehka Garton.

he contado cien lunas desde que mis manos no te alcanzan al otro lado de la cama. me he resignado a ser pared blanca. flor abstracta en tu recuerdo. he contado mil relámpagos hasta quemar los pergaminos que murmuran tus secretos. confieso que aún leo tus cartas bajo un sol viejo. que te he nombrado dios y tras la sombra le rezo a tu amor. confieso que todos estos siglos he inventado historias donde tú y yo renacemos siendo amantes. inseparables. ¿es muy tarde para nosotros? ¿revivirás de las cenizas del tiempo? ¿eres memoria sobre la roca o la ilusión óptica del viento? los flamboyanes dejan caer el otoño sobre ti a deshora, en una guerra declarada con el hielo. Y tu boca, amor, confieso, es un verano amante para cada inverno.

Rose Sepúlveda

Mis lapsos como ex

Foto por Kyle Thompson

Ex hija

Ven. Toca mi garganta, mira como brotan las espinas. Ese es el origen de todas las flores. Cuando tomo agua es como si las regara y sólo entonces la corriente de agua se desvía a mis pulmones. Beben melancólicos. Ha nacido un nuevo instinto. Otra forma de prolongar la vida. Vivir sediento. No pude ver tu muerte todo este tiempo. Siempre que voy al mar me sumerjo con los ojos cerrados. Inhalo fuertemente la sal. Arde. Arde como tú mano en la mía cuando el polvo deja su resaca de espuma en la boca. Tu mirada el blanco donde a nada puede servirle de espejo. El agua no mata, niña. Es cuestión de inventar la respiración. Ven. Toca mi garganta. Niego la poesía en este instante en que me vuelvo ostra. 

Ex amante

Riego las flores. Hago añicos los libros. Las cartas apócrifas. Y me arrastro como una valija de cosas ajenas. Tú. Tú poblado de insectos en mi cama. Una grieta de siglos me separa de ti. Yo fui tu hija y ahora soy tu amante. Me abro como la vez primera de todo. Hasta el estómago. Para que te veas engullido como un diminuto animal. Dentro soy todo tú. Y me miras largamente con esa mirada erudita de la muerte. Inventando espejismos. Maldigo todos los hombres que se acostaron contigo. Ahora te esculpo con mis manos, con agua y barro. Crearte para mi. Te voy tejiendo con hilos de sedas antiguas. Tus ojitos. rasgarentera una paloma. Tu naricita. sacrificar algún unicornio. Tus orejitas. matar a una ninfa. Tu boquita. descabezar otra mujer. Tejo tu lengua de tal manera que sólo digas mi nombre. Culminar con mi sello debajo de tus pies. Y me amas con hambre de aguja. Me besas y es lo mismo que sepultarme. Vomito algodón y mis palabras no son ya mis palabras. Amar es un odio prematuro. Me abrazas y siento tus dedos como tenazas que marcan gritos en mi cuello. Un revólver acaricia mi oído derecho. Se parten mis hilos. Uno por uno. Me vuelvo barro y agua. Me vuelco en tus manos como una laguna de tierra. Y me miras como una serpiente, estrangulando mis ojos que ya no son mis ojos.
Azhar, yo a ti te hice.

Rose Sepúlveda 🥀

Miedo

Fotografía por Gabriel Guerrero Caroca.

Recuerdo ese abril, ya han transcurrido cinco años desde la muerte de mi padre. Ante mis ojos ese ser que murió no era él. Ese cuerpo se había convertido en un gran monstruo atiborrado de volcanes en erupción. Se había vuelto un ser repulsivo, triste e incurable. El cáncer me lo devoró en siete meses, siete siglos duró la herida. Agonizaba en la cárcel de su propia piel. Todos nosotros habitamos su cuerpo. Su piel ya no era suya, había sido metamorfoseada. Ser testigo de aquélla muerte lenta. Pensarme nacida bajo la misma suerte. Por primera vez tuve miedo. Miedo de mi cuerpo. mis células. mi boca. Miedo a la vida. Me acechaba los primeros años. Ahora vive dentro de mí. Respirar. Existir. Tiene un precio bien alto. Sufro de una ansiedad antigua y perenne. Tengo miedo. Miedo. Miedo a la camilla, la aguja despiadada, el sonido de las bandejas de metal, la voz quebrada del médico, el olor a tufo en los cuartos de intensivo, las salasde espera a la muerte. Miedo al sonido de la imprudente cafetera en el funeral. Miedo. Me flagelaban sus pasos en el pasillo, escuchar sus aullidos llamando al Padre, extendiendo su mano en busca de Dios. Tomar su cuerpo moribundo, latiendo en mis manos. Ver asomar niños sin cabello y sin rostros por las ventanas grises. Tengo miedo. Miedo a la muerte.

Rose Sepúlveda

La niña

Fotografía por Sally Mann

la sepia es siempre una niña que duele a pasado.

la niña llora porque le pesa la nariz del mundo. ella. ella va caminando descalza. le duele la mudanza de sus pies. va arrastrando la incertidumbre. no sabe ser mujer. camina sobre el hilo plateado de insomnios. ríe tanto, tanto que llora. las lagrimas vuelven resbaladizas las cuerdas. ella espera. siempre espera el aplauso. conmover las miradas. estremecer la vida. anidar en la memoria. allá va la niña del circo. cargando el mundo entre sus senos. cae trasparente. herida. se clava sobre sus rodillas. baila como una hormiga sobre la cuerda. ella es toda rascacielos. cae violenta. esta vez rota. virginalmente rota. sobre el hilo un huracán de sangre. el mundo se acaba de caer. se puede crecer si se camina por la cuerda floja. ella es mujer. ella soy yo.

Rose Sepúlveda

El mito de mi nombre

Arte por Belinda Muller

El mito de mi nombre

azar te llamas

mira mi rosa. la rosa de mi espalda. la ves. esa rosa es mía. tiene su propio biombo. nadie puede saborear el dolor detrás de los tatuajes. te dibujan una herida con los puntos. Una aguja traspasa el epitelio lentamente, y va trazando líneas agudas dejando rutas de sangre hecha polvo. Te muerdes los labios enterrando los dientes buscando alivio en otro dolor. El dolor que se tiene cuando se nace porque de este no se tiene memoria. La memoria de mi nombre la guardan los cuadros de mi casa, sepias de tiempos donde un hombre me cargaba a la cama porque me había quedado dormida en su pecho. Susurraba mi nombre con esa tibieza infantil de los padres. Como si mi nombre fuera su propia canción y sólo el podía leer las notas. Su voz develaba mis sílabas como un libro de enigmas imposibles. Jugábamos siempre a pronunciar mi nombre en otros idiomas. mira mi rosa, justo en el centro esta su boca. Mirando el mundo desde adentro. Los tatuajes hieren como los nombres porque son eternidad. pequeñas inmortalidades del cuerpo. Entonces aquella pregunta muerta, ¿ese es tu verdadero nombre? ese instante mío interrogado en una mirada que bifurca la mía. otrohombre me carga hasta su cama (me carga como un collar de perlas) y me enrosca en su pecho. un hombre desconocido le hace el amor a esta extraña y le grito las cuatro letras de mi nombre.

Rose Sepúlveda

Libro de las preguntas

Foto por: Monia Merlo.

ya no duermo con las manos escondidas entre las costillas. sentirme viva me da miedo. pensé en ti, sí. no me queda mucho tiempo.

como te llamas
         cuando eras niño corrías descalzo en la lluvia
    le dabas de comer a los perros
que soñabas ser cuando grande
cual es tu flor favorita
      donde estarías si jamás me hubieras conocido
cuentame la historia del pájaro humano que descendió en tu cabeza
del que todo el mundo habló
       dime si todavía amas la amas
si te engañó
dime cuantas veces te mató el amor  
       hablame de ti 
te queda poco tiempo

te grité
en el carro
manejabas despacio
tu manos temblaban estaban hechas de ficciones
te perdías
en la misma ruta que transitan los tumores
me enojé contigo
te dije que ya no estabas para esas cosas
que te dieras por vencido
era inútil
me miraste con la mirada rota
pensé que creías en mí, dijiste.
con otra lengua que yo no conocía
me arrojaste el último puño
el último puño tuyo en las rodillas
lloraste
me dejaste en la casa
tiraste las llaves al piso
y te fuiste
no sé
a donde
y comprendí que antes de perderte ya te había perdido

que idioma te hubiera gustado aprender
eras bueno en matemáticas
que edad tenías cuando aprendiste a nadar
cuantas veces dijiste que no
sé que nunca habías amado tanto

quiero hacer un libro sólo de preguntas 
para ti
pero ya había llegado abril

sentirme viva me da miedo. ya no me toco las rodillas. me duelen.

¿alguna vez perdonaste, padre?

Rose Sepúlveda